El trabajo consistía en habilitar una zona empantanada para convertirla en un camino para poder acceder a la zona de anillamiento. Para ello tuvimos que cavar una zanja. La tierra obtenida serviría de base en ese nuevo camino.
Por otro lado, entre desbroce y desbroce, tuvimos que decir adiós a la piscina, cosa que no es muy fácil por estos lares; aunque sí decir que la ilusión por realizar el trabajo que hemos venido a hacer puede con todo: ¡el anillamiento cada vez está más cerca!
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